El equilibrio de energías psíquicas y la integración de los opuestos son bases para el bienestar psicológico del Ser Humano.

La capacidad para estar en contacto directo con el mundo exterior, e interactuar activamente con él es fundamental para la persona. Pero en esta época de Acción, Planificación, Intervención, Objetivos y Logros, esta interacción con el mundo reina de manera cada vez más apabullante y unilateral.

El opuesto, es decir, la reflexión hacia dentro, el conocimiento íntimo propio, la introspección y la indagación de lo inconsciente, por el contrario, están cada vez más abandonados. Y este distanciamiento nos coloca en un peligroso desequilibrio como personas y como sociedades.

Las consecuencias de ello se observan en nuestros sufrimientos psicológicos cotidianos: inseguridad extrema, narcisismo y egocentrismo, miedos paralizantes, ataques de ansiedad, dudas constantes sobre cómo vivir, hablar, actuar, e incluso pensar, adicciones compensatorias a la comida, a las series, a las compras… Miedo a estar solo, miedo al abandono y al fracaso. Miedos, todos ellos, que reflejan de manera intensa nuestra percepción de vulnerabilidad como individuos.

Huimos de lo individual porque nuestra falta de consistencia interna no soporta la soledad física o psicológica. Y esto nos hunde en lo colectivo, con el peligro que lo colectivo endiosado puede traer y nos ha traído en otras épocas totalitarias, como las del siglo XX, por ejemplo.

El trabajo psicológico, por supuesto, ayuda a las personas a sobrellevar puntualmente sus angustias, fobias, problemas personales, laborales y familiares. Pero más allá de todo ello, nos ofrece una manera de encontrar un camino hacia nuestro interior. Es este camino, más allá de soluciones a síntomas puntuales de sufrimiento, el que nos da las herramientas para guiarnos a nosotros mismos con seguridad, paso a paso, en una vida que siempre nos propondrá alegrías y tristezas; golpes y éxitos.

Y este camino es el que nos da la fortaleza individual de lo verdaderamente único, trascendiendo sobre las fuerzas colectivas que tan a menudo nos arrastran.

Es un camino revolucionario en el sentido más personal de la palabra.