Los zombis causan furor en las narraciones terroríficas actuales. Como he señalado otras veces, a mí, en estos artículos, no me interesa tanto el contenido estrictamente narrativo de la literatura o del cine de terror, sino lo que refleja de las dinámicas psíquicas.

Al igual que los cuentos de hadas antiguos, creo que las narraciones de terror reflejan fuera, a modo de metáforas, dinámicas psicológicas individuales y dinámicas globales, pertenecientes a toda una cultura, o a la Humanidad en su conjunto.

Y los zombis llevan unos cuantos años siendo objeto de interés intuitivo por una buena parte de la población en nuestra cultura Occidental.

Claro que su nacimiento es mucho más oscuro, en la profundidad de los poblados haitianos. En estos lugares, al parecer, las prácticas vudú podían arrancarte el Ti Bon Ange (el Pequeño Buen Ángel), que era el cerebro, la sangre y la conciencia; es decir, la parte consciente y racional de la persona; su voluntad. El resultado era un ser humano que había perdido parte de su alma y que estaba muerto, pero que podía ser convertido en esclavo de las plantaciones, por ejemplo.

Si la persona perdía, por el contrario, el Gros Bon Ange (el Gran Buen Ángel), perdía totalmente la vida, ya que esta alma era la gran alma, la que contiene la personalidad, la memoria y los sentimientos. Dicho sea de paso, creo que la valoración en nuestra sociedad es al revés: los sentimientos son secundarios y lo racional, lo importante. Así hemos evolucionado…

A lo que vamos; y es que los zombis que fascinan y aterrorizan a buena parte de la población occidental desde hace decenas de años, son los humanos que han perdido la parte consciente y la voluntad. Y, además, se agrupan en hordas, sin ningún tipo de individualidad. Estas masas de zombis van de un sitio a otro sin mucho sentido, o convertidos en el ejército perfecto por un ser maligno poderoso, como en Juego de Tronos.

En éste, nuestro tiempo, al parecer, perder parte del alma, incluyendo no tener voluntad para evitar ser utilizados como esclavos no es suficientemente terrorífico… Así que ahora los zombis se comen a los que sí conservan aún su Ti Bon Ange. Nadie empatiza con el zombi; todos nos identificamos con los supervivientes que tratan de resistir ser convertidos en gente sin voluntad que vaga sin ton ni son, o al albur de voluntades ajenas más enfocadas y poderosas.

Ya sabemos que los monstruos no existen, y al terminar un nuevo capítulo de la serie, respiramos tranquilos y volvemos a nuestro mundo real… Pero, espera, igual hace un tiempo que estamos entrando en una pandemia de zombis y no nos hemos enterado…