Una de las problemáticas más habituales en las consultas de psicoterapeutas es la dependencia emocional. Aunque este tema es muy amplio y da para varios artículos, hoy querría detenerme en un aspecto muy concreto, el que tiene que ver con las relaciones tóxicas con personas altamente manipuladoras.
En general, la dependencia emocional tiene mucha relación con la manipulación. En estas relaciones tóxicamente dependientes, una de las personas, si no ambas, suelen mostrar tendencias manipuladoras que generan relaciones en las que, abierta o encubiertamente, hay mucho conflicto de larga duración.
El título de este artículo alude a las boas porque la forma de actuar de este tipo de serpientes al cazar una presa se me asemeja figuradamente a las maniobras encubiertas que suelen utilizarse en los procesos relacionales manipuladores.
Los anillos de las boas van extendiéndose poco a poco en torno a la víctima para, una vez dispuestos, comenzar a apretar hasta la sofocación.
En las relaciones de manipulación, los anillos en torno a la persona manipulada y manipulable se pueden extender a lo largo de muchos años sin que la persona pueda, en realidad, ser consciente de lo que está ocurriendo. Aunque sí suele ser consciente de las emociones encontradas que siente a veces; de la angustia que sufre en determinados momentos de la relación; y de sentimientos que experimenta, como ira o culpabilidad.
La manipulación suele ser, como su nombre ya apunta, encubierta y dirigida a que ese otro actúe a favor de los objetivos del manipulador. Estos objetivos pueden ser muy variados, desde beneficios materiales, hasta favores de cualquier tipo, o el mantenimiento en una relación que también sofoca, y mucho.
Los anillos de la manipulación a menudo son invisibles. Casi nunca se solicita nada al otro directamente, pero se consigue que el otro se ofrezca o se sienta “obligado” a comportarse de una manera concreta. Cuando las solicitudes son abiertas, van aderezadas de bombas de culpabilidad, calificaciones de egoísmos o muestras de debilidad que empujan al otro a hacer “su parte”.
¿Cualquiera es manipulable? En general, sí. La habilidad inconsciente del manipulador radica, no sólo en cómo hacerlo, sino también en detectar qué aspectos del manipulado son “explotables”. Somos susceptibles de manipulación basada en nuestros “agujeros” psicológicos: nuestras carencias y soledades, por ejemplo, y, sobre todo, los agujeros de nuestra autoestima. La manipulación utiliza habitualmente nuestros deseos de ser queridos, apreciados y de ser mejores de lo que nosotros mismos nos vemos. Así, en nuestras actuaciones provocadas por la boa de la manipulación obtenemos un reflejo de espejo en el otro; un reflejo en el que oímos: “qué bueno eres” (cuando temo ser malo); “qué listo eres” (cuando creo que soy tonto); “qué fuerte eres” (cuando temo lo débil que soy); “qué justo eres” (cuando me ha herido la injusticia en mi vida); “qué ayudador eres” (cuando a mí nadie me ayudó nunca)…
La boa de la manipulación asusta muchísimo, pero no es invencible. Nuestras emociones encontradas cuando nos vemos obligados a hacer algo que no queremos son una alarma que nos permite detectar los anillos que nos constriñen. La consciencia explícita y concreta de la manipulación y de cómo los anillos nos están sofocando es uno de los principales antídotos para luchar contra ella.
A veces el manipulador se pasa de frenada y eso permite que aparezca en nosotros la consciencia de que los anillos están sobre nosotros. O a veces es el proceso psicoterapéutico el que permite, con el conocimiento de nuestras heridas, carencias y mecanismos internos, percibir las maneras en las que las boas actúan sobre nosotros.
Y, sobre todo, tengamos claro una cosa: si nos sentimos en conflicto por hacer cosas que en el fondo no sabemos si queremos hacer o no, es que, probablemente, hay una boa cerca.