Los estados emocionales en los que nos sitúa este confinamiento COVID-19 a veces pueden ser verdaderamente intensos, especialmente la ansiedad, la tristeza o la ira.

Muchos tratamos de contener las expresiones de todo ello ante los demás menos cercanos, especialmente amigos, conocidos, o compañeros de trabajo. En mi opinión, es un favor que les hacemos a los otros y a nosotros mismos, porque bastante tenemos ya como para generar más angustia sistémica de la que hay. Pero al final, irónicamente, casi todos pensamos, con preocupación, que el vecino lo está llevando mejor, y que uno debería estar así de bien como nos muestra el otro, sin distinguir lo que se expresa de lo que se siente realmente.

Con relación a estos estados emocionales intensos, es necesario comentar que el confinamiento COVID-19 actúa como las cargas de profundidad anti-submarinos*. El encierro y el aislamiento externos van descendiendo en nuestro interior psíquico hasta colisionar con nuestros confinamientos internos, con los que se confunde. Todo ello genera una explosión muy intensa que muchas veces nos sorprende y nos hace pensar que no es normal, que el vecino está mejor.

Cuando hablo de estos encierros internos me refiero, por ejemplo, a las limitaciones personales que nos imponemos cotidianamente: el racionalismo extremo, la búsqueda de la perfección, los juicios personales tan poco compasivos, la falta de fe en nosotros mismos. Estas limitaciones habitualmente las compensamos con actividades, actuaciones y relaciones sociales obsesivas. Por confinamiento interno también me refiero a la percepción de soledad existencial, de vacío de propósito, y de falta de fe en la vida. La soledad externa nos hace contactar con la soledad interna, pero son diferentes, no las confundamos.

Todos tenemos confinamientos internos, y la ausencia de estimulación social, de capacidad de acción, nos hace contactar con ellos; y en esta crisis Coronavirus, como nunca. Quizás una manera de sobrellevar esta bomba sea tomar conciencia de esta confusión; tomar nota, sin prisa, pero sin pausa, de nuestras tareas internas pendientes, aceptándolas.

Y que el vecino se ocupe de las suyas, sean las que sean.

*Nota: ¿no es curioso el parecido de una mina anti-submarina y el COVID-19?