Es la herida psíquica producida por una dura experiencia que excede la capacidad de la persona para enfrentarla. La persona -sea un adulto o un niño- es incapaz de asimilarla y la almacena inconscientemente en su psique. La experiencia permanece durante mucho tiempo relegada y carente de respuesta emocional directa.

Es muy habitual que la persona pueda narrar las experiencias traumáticas de manera descriptiva, como si fueran experiencias “normales”, pero sin expresar y sentir ninguna emoción al respecto.

Como que las emociones e imágenes están disociadas, son incapaces de salir directamente. Por tanto, la psique busca maneras de que se expresen en el exterior de forma indirecta. Por eso, las personas a menudo narran reacciones excesivas de ira, tristeza, o frustración ante sucesos actuales aparentemente normales. Estas reacciones inexplicables producen gran sorpresa y desconcierto. Una mirada psicológica adecuada será capaz de encontrar la conexión simbólica y emocional de las reacciones actuales  «absurdas» que, en realidad, están asociadas a sucesos traumáticos pasados.

Los traumas que se conocen más, por las películas, son los producidos de manera puntual, como consecuencia de sucesos muy duros, como maltratos físicos o violaciones. Pero lo más habitual es que estos sucesos traumáticos sean pequeños y constantes a lo largo de extensos periodos de vida; a veces, incluso, imperceptibles para la propia persona. Las pequeñas heridas psíquicas constantes aparentemente son manejables, pero, a la larga, producen consecuencias similares a los traumas puntuales. Esto sucede, por ejemplo, con crianzas emocionalmente difíciles, o situaciones prolongadas de acoso.

¿Qué síntomas tiene el trauma psicológico?

El más significativo, como decíamos, es la reacción emocional exagerada y repetitiva ante sucesos actuales aparentemente normales. La persona, a menudo, puede llegar a entrar en un pequeño trance en donde su comportamiento se convierte en extremo e infantil. Estas reacciones duran un tiempo y luego desaparecen solas, como si se esfumaran. La reacción de trauma es como una llamarada que sube y luego baja sin ningún sentido aparente.

En realidad, por mecanismos simbólicos que es necesario comprender en la terapia, la persona está reaccionando ante un complejo o trauma del pasado, con el cual ha conectado mediante una asociación inconsciente durante un suceso actual. Pero esto es difícil de comprender por parte de la propia persona y de sus allegados. Esta incomprensión genera muchos conflictos relacionales y una gran angustia personal.

Otros síntomas típicos de los traumas pueden ser: una autoimagen física muy negativa, ansiedad constante muy alta, sentimientos repetitivos de culpa, depresiones, ataques de pánico, hipocondría, pesadillas e insomnio, entre otros.

¿Cómo trabajamos el trauma psicológico?

Hay que ayudar a la persona a tomar contacto consciente y directo con su historia de trauma y con su herida psíquica.

La relación terapéutica es prioritaria en este tema, ya que el afrontamiento del trauma es muy doloroso y angustioso. Por ello, la capacidad del psicólogo para ir lentamente y hacer un acercamiento muy progresivo, «quirúrgico» y a medida de cada persona, es fundamental.

La persona empieza, poco a poco, a comprender la relación entre los sucesos actuales que provocan las reacciones desconcertantes y el significado simbólico que tienen para su trauma pasado. A medida que va estableciendo estas conexiones, el trauma se va disolviendo, hasta ser completamente controlable y desaparecer.

Otro aspecto fundamental en la terapia es la liberación de las culpabilidades y resentimientos que inevitablemente aparecen debido a las experiencias traumáticas.

Mediante el acompañamiento psicológico llegamos a la asimilación adecuada de los hechos, la aceptación de lo ocurrido, y la reivindicación de la propia persona que, finalmente, puede encontrar paz interna.

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